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El actual municipio de Soba, con sus 22.000 hectáreas de superficie territorial-segundo en extensión de la provincia, después de Valderredible-, y con una población absoluta de solo 2.023 habitantes de hecho, nos da el coeficiente más bajo de toda Cantabria, con menos de diez residentes por kilómetro cuadrado.

La toponimia de los pueblos y lugares primitivos de Soba y aledaños se relaciona con una etimología indoeuropea, indicando científicamente su origen remoto en el misterioso arcano de la Historia. Sin embargo, ya el insigne geógrafo e historiador griego Estrabón, coetáneo de los antiguos «cántabros», nos hacía entonces una diferenciación étnica y territorial de sus pobladores escribiendo que » el río Pas ciñe a los «erdesios», y el Ausona-nuestro actual Asón-, a los «sonansos»; de donde se deduce facilmente que las tribus «sobanas» no se identificaban plenamente con sus limítrofes «pasiegas», cuyas diferencias continuaron subsistiendo a través de los tiempos y aun definiéndose con mayor evidencia hasta nuestros días.

En este «valle realengo», perteneciente en su territorio durante la alta Edad Media al «señorío» de los duques de Frías (poderosos condestables de Castilla, del controvertido linaje de los Velasco, con sede y palacio en Medina de Pomar), su organización libre y democrática refleja un mundo de extraordinario interés político, con la presencia de unas estructuras que garantizaban la personalidad y la dignidad de unas gentes que no soportaron jamás la dura ley de los «señoríos plenos»; y cuando se sometieron a la costumbre imperante, mantuvieron firme y en su mano la capacidad de elegir.

Los «sobanos» fueron siempre y por derecho propio «hidalgos», es decir, dependientes única y exclusivamente del Rey, no aceptando ninguna clase de vasallaje para el supuesto «señor»- sin tener necesidad para ello de probanzas o litigios en la Real Chancillería de Valladolid- ; constituyendo un ejemplo de permanente posibilidad hacia el futuro de todo el país. Esto es el fundamento esperanzador de lo que Soba puede y debe aportar a los proyectos autonómicos actuales, porque la España de las «autonomías» nos necesita también y la necesitamos. Y todos juntos tenemos que construir un Estado nuevo, cuerpo político de una nación múltiple, unida y complementaria.

Con harta razón ha escrito el ilustre catedrático señor Prieto Bances que «desde San Isidro, decir hispanidad es decir catolicismo; decir civilización hispana es decir civilización cristiana». También en la comarca «sobana» tuvo grandísima importancia la vida monástica en su desarrollo cultural y económico. Era el monacato, en aquellos primeros siglos de la Reconquista, la institución de más relieve en torno a la cual se organizaba la vida religiosa, social y económica de los pueblos que a su sombra se cobijaban. La fundación de un monasterio llevaba consigo, en primer término, el preparar y cultivar aquellos lugares que habían estado desiertos.

El valle de Soba se hallaba en aquellos viejos tiempos bajo la influencia y jurisdicción eclesiástica del monasterio de Oña, desde el que se irradiaban nuevos impulsos en la fe resurgida a partir de Covadonga. En el Cartulario de dicha abadía benedictina se halló, entre otras, la escritura de fundación de un monasterio en Soba, que prueba perfectamente aquella tesis: el documento lleva por fecha el 18 de enero del año 836, y en el mismo consta que fue instituido bajo la advocación de San Andrés de Asia-hoy parroquia de San Andrés de Aja-. Y el presbítero Cardello manifiesta que «ha edificado en compañía de su padre Valerio y en nombre de Dios, en terrenos que le pertenecían, un monasterio en dicho lugar; y que han construido iglesias, casas y huertos, viñas y pomaradas, haciendo fértiles las tierras áridas y trocando en campo lo que antes era monte, todo en honor de Dios Omnipotente».

No cabe la menor duda que el tema de las actividades monacales en esos siglos está intimamente enlazado con el de la agricultura y la ganadería, base y fundamento entonces y ahora de la riqueza y economía de estas comarcas. La ejemplar explotación y cultivo de sus tierras, las nuevas técnicas y herramientas, la selección de semillas y ganadería, su concepción racional de rudimentaria industria familiar, sus incipientes instalaciones agropecuarias, constituyeron por muchos siglos una pauta para un mayor y mejor aprovechamiento de nuestra riqueza regional. Por ello afirmaba muy bien el padre Luciano Serrano, abad que fue de Silos: «…sin los monasterios, donde con verdadero culto se conservan los títulos de propiedad y derechos jurisdicionales, poco o casi nada podría decirse hasta el siglo XII acerca de nuestra historia, ni menos estudiar los distintos aspectos sociales de la misma. Asegurar, como hacen otros, que no hubo entonces más historias que la religiosa es confundir los términos: hubo historia religiosa, historia municipal, historia agrícola; pero no han quedado documentos sino de la religiosa y monástica, merced a losarchivos de nuestras antiguas casas religiosas».

«La Torre», próxima a Quintana de Soba, cuyo apelativo en su forma más simple ya significa que era una construcción fortificada civil o militar por autonomasia de toda la comarca, ha sido fuente de inspiración para leyendas épicas, sugiriendo fantásticas historias llenas de misterio en las antiguas veladas invernales de los campesinos lugareños más ancianos, junto al amor de los tizones y en sus ya tradicionales «estancias».

Ciñéndonos a una realidad más documentada, que toma como base las más rancias crónicas de la Corte castellana, en «La Torre» de Soba se celebraban grandes orgías cinegéticas, a las que concurrían los dueños de la mansión, poderosos y prolíferos señores y duques Fernández de Velasco, con los mismísimos Reyes castellano-leoneses don Alfonso el Onceno y don Pedro el Justiciero.

Podemos asegurar que los citados duques, con su hermoso palacio y torreones en la villa de Medina de Pomar, nunca residieron habitualmente en esta «Torre» ni tampoco fueron «señores plenos» de estos territorios: a lo más, su «Torre» podríamos considerarla como un bien guarnecido «pabellón de caza», y este territorio, como un mero «coto de caza real».

Las regias cacerías era organizadas por los duques citados en su lujoso palacio de Medina, al que invitaban previamente a SS. MM. y séquito; organizados en caravana, se hacían acompañar por «nobles monteros» de Espinosa-hoy villa de Espinosa de los Monteros-, y a través del portillo de la Sía llegaban a estas tierras, entonces llamadas «montañas de Burgos»-después provincia de Santander-.

Lllegados a esteReal Sitio de la «Torre», inmediato a los montes de la Portilla-entre los pueblos actuales de Lavín, Quintana, Valcaba, Bustancillé y Villar de Soba-, no era nada difícil cobrarse gran número de venados-corzos, osos y jabalíes-, que sin duda abundaban en toda la comarca.

Y el Pico de las Eras, en el lugar de la Gándara Real, desde donde contemplaron tan egregios visitantes las famosas «cataratas del río Soba», hoy se le conoce más por el mirador de la Reina, y el río suena más como río Gándara.

Imposible dar una idea ni siquiera remota de la belleza y emoción del paisaje sobano. Tan vario en su estructura y en su sentido, vestido con las galas de una naturaleza pródiga en climas y altitudes, formas geológicas y florales, adornado con los prodigios del arte en todos los estilos de la tectónica, que es prácticamente imposible captar en la fotografía o describir en unas glosas.

Los pueblos y villorrios sobanos no son muchísimos ni muy importantes en cuanto a concentraciones urbana. Pero muy bien podría decirse que todas sus edificaciones constituyen un solo pueblo.

Tan desparramadas se hallan la mayoría de sus viviendas, que las de un pueblo terminan donde empiezan las de otro. Ello será debido quizá a la abundancia de manantiales de agua potable y riachuelos, que ofrecen por doquier este líquido elemento, tan indispensable para las necesidades domésticas y de los ganados.

Descuellan por su austera y señorial arquitectura muchas «casonas solariegas», que acreditan la importancia histórica y noble de sus moradores, fundadores de estirpes de héroes legendarios y de linajes de alta alcurnia.

Entre las mejor conservadas gracias al empeño y cuidado de sus actuales propietarios, citaremos como ejemplares las siguientes mansiones señoriales:

Palacio de los condes de Poblaciones (1757), con sus escudos y balconadas, en Rozas de Soba (fundada por el linaje Ortiz de Rozas, del cual descendiera el llamado «Tirano Rosas», dictador y presidente de Argentina).

Casona de la Virreina, de orígenes que aún desconocemos, con su ostentoso escudo heráldico, fachadas de piedra de sillería, «patín» clásico, balcón o «solana» frente a los paisajes maravillosos del valle, en Aja de Soba.

Casa del Inquisidor (1732), con el blasón mayor y más complicado de toda la comarca, con su capilla privada dedicada a San Lorenzo, con su «patín» y galerías, y hasta caballerizas. Fue construida por orden de don Gaspar Gutiérrez del Regato, comisario regio de la Santa Inquisición en Navarra, y en el mismo residió posteriormente quizá dicho mismo señor o un pariente, a la sazón párroco de San Martin de Soba. Hoy pertenece a la familia Gorriti-Martinez de Rozas, y se halla en el pueblo de Villaverde de Soba.

Casa-torre de los Ezquerra de Rozas, donde se originó este conocido linaje, cabeza de «banderías» en las famosas luchas de Giles y Negrete: reconstruida muy recientemente por el «indiano» don José Sainz Trápaga, se halla situada en el pueblo de su nombre, Rozas de Soba. Muy próxima a ella se halla la iglesia parroquial fundada por la primitiva estirpe de los Ezquerra, en la cual tienes sus enterramientos en sacófagos, con sus estatuas yacentes (siglo XIII): además, posee un retablo de gran valor artístico (siglo XVI), con pinturas consideradas por los expertos como una verdadera joya de nuestro acervo religioso popular.

En cuanto a las numerosas posibilidades de acceso a estos valles, existe una bien cuidada red de carreteras comarcales y locales que permite al visitante llegar a muchísimos recónditos lugares de Soba. Un itinerario muy frecuentado por numerosos turistas es el «ciscuito» de Santander-Solares-Puerto Alisas-Arredondo-Puerto del Asón. La Gándara-Ramales-Colindres-Santander, con sus posibles desviaciones hacia Espinosa de los Monteros-Burgos. Solares-Torrelavega-Oviedo y Colindres-Laredo-Bilbao.

 

J. A. Pérez de Soto

«La revista de Santander para la familia montañesa»

Es una publicación de la Caja de Ahorros de Santander y Cantabria

Nº 28 – Julio-septiembre 1982