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Desde Soba

LA HIDROFOBIA.-HORRIBLE CASO.-¿SERVIRÁ DE ESCARMIENTO?.

En su día, al dar cuenta en estas columnas de haber recorrido la mayoría de los pueblos de este valle un perro rabioso, mordiendo á otros varios animales, aplaudía yo la actividad del Ayuntamiento en dictar una circular encaminada á evitar la propagación de la terrible enfermedad, y decía textualmente: «Ahora lo que hace falta es que el pueblo, percatado de la gravedad del caso, cumpla lo ordenado en todas sus partes. Y si hubiese algún remiso que, desobedeciendo la voz de la razón, quisiese hacer su santa voluntad, hágase caer sobre él, sin contemplaciones, todo el peso de la ley; todo, antes que tengamos que lamentar alguna triste é irreparable desgracia».

Cuando esto escribíamos, una voz oculta parece que nos profetizaba lo que había de suceder, sabiendo por experiencia que las disposiciones dela autoridad hoy día son letra muerta; cada hijo de madre «hace su santa voluntad» y nada más. Nuestros presentimientos, desgraciadamente, se cumplieron. El joven de Regules, Eleuterio García, que, como doméstico, prestaba sus servicios en Veguilla en casa de una señora, cuyo nombre sentimos ignorar para estamparle aquí, fué mordido por un perro de la dueña, al que había sospechas, aproximadas á la realidad, de que había sido mordido por el que primeramente decimos recorrió el valle. No obstante, el perro no se mató; salió y mordió á Eleuterio, el que al siguiente día fué trasladado á Bilbao, para someterle al tratamiento antirrábico (á pesar de lo que, erróneamente informado, dice el corresponsal de EL CANTÁBRICO de anteayer) de donde volvió á los dos días, después de, según nos informan, haber sido sometido á un tratamiento. Desgraciadamente, éste, si se llevó á efecto, resultó ineficaz, comenzando á sentirse hace unos días en el desgraciado Eleuterio los síntomas de la hidrofóbia. Trasladado rápidamente á Bilbao, acaba de fallecer en el Hospital de dicha villa.

Gran pena causa el considerar que por no quitar la vida á un animal, que para nada sirve en la mayoría de los casos, se vea privado de ella un ser humano en la plenitud de su juventud. ¡Ah!, y menos mal si esta horrible desgracia viene sola, pues según nuestras noticias, nuevamente han vuelto á recorrer el valle perros hidrófobos, á pesar de lo cual seres empedernidos que nunca faltan, no sólo no dan muerte á los suyos, sino que los tienen vagando por las calles, á pesar de las repetidas órdenes del Ayuntamiento y de la actividad de la Guardia civil, que no perdona medio de darles caza.

El Ayuntamiento debe dejarse de persuasiones y tomar medidas enérgicas y radicales. Facultades le concede para ello el reglamento de epizóoticas en sus artículos 175 á 179; y si éstos no fuesen bastante, sáltese por encima de la ley. Todo-repito hoy-antes que tengamos que lamentar nuevas y más horribles desgracias. ¿Qué sucederá si á la salida de esos «enjambres» de niños de las escuelas públicas, la mayoría de ellas en despoblado, se presenta un perro rabioso?… Piensen en esto los que están obligados á evitarlo. Si los empleados del Ayuntamiento y Guardia civil no son suficientes para vigilar el valle, por su mucha extensión, ármese en cada pueblo un vecino que dé muerte á todos los perros sueltos ó con bozal de camama, sean estos del «tío fulano» ó de «don Citano», abonándoles una cantidad alzada por cada perro que den muerte. Sería el mejor modo de acabar con la terrible epidemia. De otro modo irá para largo, pues ya sabemos que hay seres que estiman más al perro queá los hijos.

EL CORRESPONSAL

Soba, 6 Abril de 1918.

 

El Cantábrico – Diario de la mañana – Año XXIV – Número 8998 – 9 de Abril de 1918.