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Río abajo, más allá del pueblo de Regules, quedan aún restos de las antiguas ferrerías de Bao-San Juan, convertidas ahora en humilde molino que deja oír, rumorosa, la canción de sus piedras bailarinas. El hecho que voy a referir ¿acaeció aquí o en otro molino? Ya nadie lo sabe… ¡Hace tantos años!… Pero el recuerdo queda y aun de diversas maneras es objeto de curiosidad en unos y de sonrisa en otros…

Anochece. Suave y perfumada noche de primavera. Vibra entre las sombras crecientes del bosque la flauta mágica del ruiseñor. La estrella del pastor lanza desde su pico lejano sus últimas miradas y la luna, lentamente, va dejando ver su faz de loca, desde un horizonte de paisaje romántico y de ensueño…

¿Quién es ese anciano de barba florida que por primitivo camino se orienta indeciso hacia el ya silencioso molino? ¿Qué aire indefinible emana de su misteriosa persona? Aun ahora existe un místico respeto para estos caminantes de barba vellida como evocadores de antiguas consejas de leyenda… Lo cierto es que al acercarme no ladró el fiero mastín del lugar… ¡Tam! ¡Tam!

-¡Posada para un pobre peregrino perdido en la noche!

Así clamaba el inquietante personaje ante noble casona que alzaba su orgullo junto al molino temeroso…

-¡Dios le ampare!-responde una voz áspera e imperativa.

Y la luna se mira en el espejo de la represa y ríe, ríe, en la noche de plata, que parece que detiene en la portalada la oscuridad inminente… que no acaba de llegar.

¡Tam! ¡Tam!, resuena la vieja puerta del molino.

-¡Pase quien sea, por amor de Dios!

-¡Que El no os falte nunca!-dice, entrando el anciano caminante, mientras brilla en sus ojos de maravilla una lucecita que inunda el alma de paz y  optimismo.

Y fué para él el mejor sitio junto al «llar» de llama olorosa y lo más selecto de su humilde yantar, y luego, el más cómodo lecho.

-¡Señor! Más no tenemos, que si más tuviésemos…

-Lo sé-respondió el peregrino-. A mí todo me sobra; lo que yo amo son las bellas almas… Os voy a contar algo de lo que he visto en mis viajes por el mundo, sobre todo en un rincón lejano de Oriente, donde tiempo ha apareció la LUZ DEL ESPÍRITU DE DIOS, guía que nos ilumina por el camino de la Verdad y de la Vida.

Y así pasó la velada, creyéndose a veces los molineros trasladados a un país lleno de misterios, al igual que acontece en los cuentos… Y una como magia divina descendió del cielo cabalgando en un rayo de luna…

Silba el mirlo y la aurora lanza sus primeras luces. Un vientecillo suave y fresco canta en bosque. Comienzan a llegar los primeros vecinos de los pueblos del contorno, con sus zurrones. Se oye a lo lejos una canción:

Por tú no haber venido,

«pelillos de ratón».

Por tú no haber venido,

robaron el mesón,

la criba y el cribero,

la sal y el pimentón…

¿Y qué fué del venerable viajero, a quien nadie vió partir? ¿Y cómo acaeció esto, con puertas y ventanas aherrojadas y que así aparecieron al amanecer? Pero dejó grabada en la gran mesa de roble de la cocina: «¡Dios siempre premia la bondad!…» Y diz que muchos años después, aun se mostraban estos signos…

El peregrino seguiría su andar, andar, atraído por lo desconocido de las lejanías. Es un misterio psicológico esa inquietud espiritual que les hace pasar siempre y nunca estar; deambulatoria obsesión de conquistadores de paisajes, sumergiéndose en los caminos del mundo. En los ojos serenos de estos ancianos… que ahora ya apenas se ven-se reflejaban las esmeraldas de las cordilleras y los zafiros de los cielos. Saben oír la voz del silencio y en los caminos desiertos su soledad magnífica se siente sumida en la gran sinfonía de la Naturaleza. Sonríen en la noche a la mirada amorosa de la estrella centelleante, y en invierno, de albas mariposas de nieve, meditan junto al fuego en los «humilladeros»… Meditan en todos los secretos que arrancaron a las cosas y en las consejas y leyendas, que van , como poetas que son, sembrando por ventas y mesones… ¡El encanto de los viejos romances! ¿Y en el molino? Con gran asombro de todos, el abuelo, casi centenario y que hacía tanto tiempo que de su boca no había surgido una palabra, comenzó a bien decir, pues era de muchas letras: «No es el JUDÍO ERRANTE, como pensáis… Este jamás existió, y solo simboliza a su pueblo, que va a la deriva por la Historia y por la vida. Pero, en cambio, es creencia antigua en estos pueblos, y así lo oí referir a mi abuelo, que el divino Jesús aparece en figura humana para probar a las almas, y siempre cada siete años… ¡Este número es sagrado!» Y no volvió a hablar. Años después, feneció como santo de leyenda… Sobre estos hechos se forjaron comentarios y fantasías que rodaron de aldea en aldea; pero lo cierto fué que los señores de la gran casona declinaron desde entonces hasta esfumarse en el olvido, y los molineros, sin saber cómo, acrecentaron tan aína su hacienda, que llegaron a ser dueños de las célebres ferrerías. ¿Es esto verdad? No sé. La leyenda así lo dice… Que el lector piense lo que quiera.

 

LEYENDAS DEL VALLE DE SOBA EN LA MONTAÑA DE SANTANDER

RECOGIDAS DE LA TRADICIÓN ORAL Y PUESTAS EN ROMANCE DE CASTILLA

POR EL LICENCIADO DON MIGUEL ÁNGEL SÁIZ ANTOMIL

Del Centro de Estudios Montañeses y de la Academia General de Ciencia,

Bellas Letras y Nobles Artes de Córdoba – Madrid 1951