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Herada de Soba

CONTESTACIÓN A UNA CARTA

Mi querido Roque: Acabo de recibir tu cariñosa misiva, en la que me animas a continuar, sin desfallecimientos, en el magno proyecto, de la traída de aguas a este pueblo, ilusión de todos o «casi» todos los hijos del mismo.

Te voy a contar lo que le oí al cura del pueblo hace unos días, y cuidado que tiene buen ojo para ver venir las cosas:

«Con pueblos como Herada se puede ir a todas partes. Siempre que se llama a las puertas de este honrado vecindario se responde con una prontitud tal, que no prece sino que en cada casa hay un portero. ¿Se trata de hacer una carretera, de arreglar la iglesia, de hacer una casa rectoral?. El pueblo en masa, con alguna insignificante excepción, todos prestos. Ahora se trata de dotar al pueblo de una traída de aguas, que hace más falta que el pan cotidiano, y tenéis que, apenas se abre la boca, esta la familia Martínez de la Torre, que se suscribe con dos mil pesetas; Manuel Echevarría, con mil; Isidro Solar, Ventura Urrieta, Gómez y Gómez, Gómez García, Ortiz Gómez, Ranero y otros muchos, con cantidades importantes, que tan pronto se sepan se les dará publicidad; los trabajos de los vecinos, que no bajarán de dos mil quinientas pesetas. Esto honra a cualquier pueblo.

Y como si todo esto fuera poco, y para cerrar con broche de oro la ilusión concebida por estos mis honrados feligreses, viene el opulento y caritativo hijo de este pueblo don Pablo Gómez a decirme que lo que falte corre de su cuenta.

¡Dios bendiga a quienes así saben ejercitar la más grande de las virtudes teologales!.

Dime tú ahora, querido Roque, si no se puede considerar una realidad lo que antes sólo era un sueño dorado.

Sólo aquel párrafo en que me dices » no te hagas ilusiones, amigo Pérez, que a lo mejor se convierte en agua de borrajas todo lo prometido». Me molesta y me veo obligado a rechazarlo con indignación-salvando siempre tu buena intención-, porque personas como las nombradas supieron siempre hacer honor a su palabra, cual cumple a perfectos caballeros. Te doy las más expresivas gracias por los buenos consejos, y te pido mil perdones por lo rechazado.

Tu afectísimo amigo.

Pedro PÉREZ

Herada, noviembre de 1928.

 

El Cantábrico. Diario de la mañana. Año XXXIV. Número 12343. 21 de noviembre de 1928.