1913. San Martín. Sonriámonos.
Sonriámonos.
De un monte tras la rústica joroba,
en el valle de Soba
existe un pueblecito chiquitín
llamado San Martín,
en el cual una joven parejita, buen mozo él y bonita
ella, castos y puros y sin líos,
tenían amoríos,
que Cupido también, con santos fines,
se descuelga en los pueblos chiquitines.
Los jóvenes amantes
quisieron enlazar en matrimonio
sus amores constantes
para huir de tentaciones del demonio,
y hacerlo en Santander,
pues aquí y en Totana
cada uno puede enlace contraer
donde le dé la gana.
A fin de consagrar sus pensamientos
le pidieron al cura
ciertos indispensables documentos
con bastante premura,
y el cura, poco amable,
les dió los que él creyó por conveniente,
reservándose uno indispensable
muy cautelosamente.
Se llegan, pues, los novios hasta aquí
diciendo para sí: «¡La tierra es ancha!»;
van donde un cura á que los case, y…
se llevan la gran plancha,
pues no contaban, para hacer su unión,
con la autorización,
expedida en latín,
del cura parroquial de San Martín!
El padre de la joven,
á quien no abunda el loben,
se presenta angustiado al cura aquel,
pidiéndole, de hinojos, el papel,
en el que autorizara á un tonsurado
de aquesta capital santanderina
á bendecir el vínculo sagrado
como manda y prescribe la Doctrina.
Mas con rotunda frase,
contestó el cura: «¡No me da la gana;
si no los caso yo, no hay quien los case,
pues no me sale á mi de la sotana!»
Viendo el viejo su intento fracasado,
cerró entonces el pico,
y vino á Santander desesperado
en el propio caballo de San Quico,
empleando en el viaje,
probando que en andar es de los buenos
y que no necesita de garage,
¡diez horas nada menos!…
¡El que hace que un anciano, que se humilla,
haga esa horrible peregrinación,
en vez de corazón
debe tener dos reales de cordilla!
Llegado á Santander,
fué donde el provisor, le expuso el caso,
y éste, fiel cumplidor de su deber,
dispuso más que á paso
que bendijera la feliz unión,
sin más algarabía,
(vulgo la Anunciación),
sin la autorización
expedida en latín
del cura parroquial de San Martín.
Este quedó chafado,
y el feliz matrimonio enamorado,
al que el cariño arroba,
le dirá: «¡Socarrón, toma canela!
¿Usted creía que por ser de Soba,
nos iba usté á sobar, cual cosa boba?
¡Pues sobe usted á su señora abuela!…».
NEVERMORE
El Cantábrico. Diario de la mañana. Año XIX. Número 7213. 10 de febrero de 1913.